JJOO de Múnich 72: el recuerdo de un éxito y un doble fracaso

Por Claas Hennig (dpa)

Múnich, 24 ago (dpa) - Los Juegos Olímpicos de Múnich 72, cuya inaguración celebra su 50 aniversario el viernes, fueron un espectáculo deportivo, una fiesta pública y un acontecimiento, pero la masacre de atletas israelíes los convirtió en los juegos del horror.


Ningún acontecimiento deportivo mundial experimentó un giro tan brutal como los Juegos Olímpicos de 1972: de la alegría al dolor.


Hace 50 años surgieron atletas como el nadador estadounidense Mark Spitz, que consiguió siete medallas de oro, la gimnasta de 17 años de la Unión Soviética (URSS) Olga Korbut, o la campeona de salto de longitud, la germano-occidental Heide Rosendahl.


La potente velocista de la República Democrática Alemana (RDA) Renate Stecher, el ugandés John Akii-Bua, que inventó la vuelta de honor tras ganar los 400 metros vallas, y la alegría de la saltadora de altura alemana Ulrike Meyfarth, tras obtener el récord mundial.


Pero en los Juegos Olímpicos de 1972 también se vieron a terroristas palestinos encapuchados en el balcón del equipo israelí, a policías en los tejados de la Villa Olímpica, o helicópteros incendiados en el aeropuerto de Fürstenfeldbruck.


Y se oyó al entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Avery Brundage, la siguiente frase en un acto por las víctimas: "Los Juegos deben continuar".


Múnich y Alemania esperaban con impaciencia el inicio de los Juegos. El objetivo de los políticos y organizadores era presentar Alemania Occidental como un país democrático, abierto y libre de la herencia de los Juegos nazis de Berlín 1936.


Más de 7.000 atletas de 121 países acudieron a Múnich y a la sede de vela en la ciudad norteña de Kiel. La ceremonia inaugural, el 26 de agosto, contó con 80.000 espectadores en el Estadio Olímpico de la capital bávara y mil millones de telespectadores en todo el mundo.


En los días posteriores a la ceremonia inaugural, el ambiente de alegría era desbordante. El primer oro de los anfitriones lo ganó Heide Rosendahl en salto de longitud.


El día de mayor éxito en atletismo para los alemanes del oeste fue el 3 de septiembre: Hildegard Falck ganó los 800 metros, Bernd Kannenberg los 50 kilómetros marcha y Klaus Wolfermann lanzó la jabalina dos centímetros más lejos que el plusmarquista mundial, el soviético Jānis Lūsis.


Un día después, una joven de 16 años llamada Ulrike Meyfarth acudía a la prueba del salto de altura fuera de la lista de favoritas. Al final, sin embargo, se hizo con el oro con un récord mundial.


Pero entonces, unas horas más tarde, todo cambió. En la mañana del 5 de septiembre, ocho miembros del grupo terrorista "Septiembre Negro" saltaron la valla de la Villa Olímpica. Un fracaso de las medidas de seguridad.


Los palestinos entraron en los cuarteles del equipo israelí y mataron a dos de sus miembros y mantuvieron a nueve más como rehenes. Su demanda: la liberación de 232 palestinos cautivos en Israel, así como de los líderes del grupo terrorista alemán Fracción del Ejército Rojo (RAF) y un japonés. El Gobierno israelí se negó.


Lo que siguió fue una suma de errores e inexperiencia que acabó en el desastre de la fallida operación de liberación en Fürstenfeldbruck.


Los rehenes israelíes fueron abatidos por los terroristas, al igual que el policía Anton Fliegerbauer. Murieron cinco terroristas y otros tres fueron detenidos y posteriormente liberados en octubre tras el secuestro del avión "Kiel" de Lufthansa.


La forma en que autoridades y políticos alemanes trataron a las víctimas es señalada por muchos como otro fracaso, en ese caso moral. Pasaron 45 años para que se erigiera un monumento en el Parque Olímpico en 2017.


"Hasta hoy, 50 años después, nadie dijo: 'Lo sentimos. Hemos tomado la decisión equivocada. Éramos incompetentes'. Fueron arrogantes y nos humillaron todo el tiempo", dijo Ankie Spitzer, portavoz de las familias de las víctimas, a la televisión pública ARD en junio.


Los Juegos de Múnich solo se tomaron un día de pausa y se ampliaron en una jornada. "Creo que la decisión de continuar con los Juegos fue la correcta", dijo Heide Rosendahl 50 años después. Pese a todo, aunque los atletas siguieron compitiendo, la alegría había desaparecido.