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Bremerhaven, 30 jul (dpa) - Helene y Thomas Hoffmann le hacen trampa a la fugacidad de los copos de nieve: ya inmortalizaron detrás de un vidrio más de cien cristales de hielo especialmente hermosos.
Algunos ejemplares los trajeron de expediciones a la Antártida y el Ártico. Según ellos, es allí donde se encuentra el mejor material para su proyecto.
"La nieve no es toda igual", dice Thomas Hoffmann, quien trabaja como inspector técnico en una naviera de Bremerhaven. Los copos grandes, como los que suelen caer en Alemania, no son aptos. "Necesitamos nieve fina, brillante, con cristales individuales", dice Helene Hoffmann. "Los realmente grandes solo existen cuando hace mucho frío".
La idea de conservar cristales de nieve surgió durante una expedición invernal hace siete años a la estación de investigación Neumayer III, en la Antártida, operada por el Instituto Alfred Wegener (AWI) de Bremerhaven.
Thomas Hoffmann estuvo allí 14 meses como ingeniero de operaciones; Helene Hoffmann llegó como física especializada en clima y estudios de núcleos de hielo. Se conocieron durante la preparación para la misión, y más tarde se casaron. "Quería llevarme un recuerdo de la Antártida. Pero no había nada más que nieve y hielo", cuenta Thomas Hoffmann.
Con un simple pegamento instantáneo, intentó conservar cristales de hielo entre dos plaquetas de vidrio. Al principio no funcionaba. "Entonces empecé a experimentar con el adhesivo", relata el austríaco de 41 años. De pronto, funcionó: "Bajo el microscopio se veía precioso", dice Helene Hoffmann.
Desde entonces, el proyecto los atrapó por completo. Para encontrar el copo perfecto se necesita sobre todo paciencia: "Thomas tiene una paciencia infinita. Se requiere muchísima delicadeza", comenta ella, de 39 años.
La composición exacta del pegamento es un secreto. Solo revelan que, gracias a una parte de acrilato, el copo se ve blanco tras la conservación. Lo que el espectador ve no es el copo original, sino la huella que queda tras el derretimiento del cristal.
Para conservar su estructura en detalle, tras el pegado sigue una fase de secado de hasta 48 horas a diferentes temperaturas, según explica Helene Hoffmann.
Cuando Thomas Hoffmann participó de la expedición Mosaic con el barco de investigación Polarstern, que durante meses estuvo amarrado a una placa de hielo a la deriva por el Océano Ártico. Allí se sumaron a la colección cristales del Ártico. También hay copos de los Alpes austríacos.
Para que otras personas puedan apreciar la colección, la pareja fotografió cada copo con lentes macro. Las imágenes pueden verse en su sitio web del proyecto Cryosity.
Incluso realizaron pósters con las imágenes para una conferencia. "Abajo colocamos el copo original", cuenta Helene Hoffmann. La diferencia de tamaño era asombrosa. "Eso impresionó mucho a los asistentes", añade.
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