Cómo ayudan los insectos a salvar a los lémures en Madagascar
FAO
La cría de insectos comestibles alivia la presión sobre una especie de primates protegidos
Sabe un poco a panceta cuando se fríe, es asequible y está cargado de proteína. Les presentamos el sakondry (Zanna tenebrosa), insecto saltarín y diminuto que lleva cientos de años siendo un aperitivo popular, principalmente en las zonas rurales de la costa oriental de Madagascar.
Pero se trata de algo más que un bocado delicioso y un refuerzo para la seguridad alimentaria. Con ayuda del Programa de gestión sostenible de la fauna silvestre, estos insectos comestibles ofrecen una solución innovadora que puede cambiar las reglas del juego ayudando a aliviar la presión sobre el lémur, singular primate de Madagascar en peligro de extinción, y a preservarlo.
El Programa de gestión sostenible de la fauna silvestre, ejecutado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro de Investigación Forestal Internacional‑Centro Mundial de Agrosilvicultura (CIFOR-ICRAF) y la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, se dedica a restablecer el equilibrio entre la seguridad alimentaria y la conservación de la vida silvestre, algo que reviste especial transcendencia para los hábitats singulares de Madagascar.
El lémur es una especie protegida conforme a las leyes de Madagascar en materia de fauna silvestre. Sin embargo, en torno a las aldeas remotas del Parque natural Makira del noreste del país, en la región de Analanjirofo, se sigue cazando a este primate por su carne, lo cual pone en peligro su supervivencia. La carne de fauna silvestre, incluida la de lémur, puede suponer hasta el 75 % del consumo de proteína de la población local y el 14 % de su ingesta de hierro en esta parte de Madagascar.
El sakondry ofrece una alternativa nutritiva y sostenible que ayuda a preservar los lémures de Madagascar. Solo hay un problema: la población de sakondry, antes abundante, también ha mermado, lo cual inquieta a los residentes locales.
El cambio climático y la degradación de los bosques y la biodiversidad, al igual que la disminución de las precipitaciones, se han conjugado en la creación de un entorno cuya sequedad en rápido aumento resulta demasiado incómoda al sakondry.
Otra dificultad procede del hecho de que, según encuestas sobre el terreno, las comunidades recolectaban los insectos sin tener en cuenta su ciclo de reproducción, lo cual repercutía negativamente en su abundancia. Lo ideal es recoger solo las larvas que han alcanzado un determinado estado de desarrollo y abstenerse de atrapar adultos reproductores, que siempre tienen alas y son fáciles de reconocer.
En ese punto intervino el Programa de gestión sostenible de la fauna silvestre, que, gracias a fondos aportados por la Unión Europea y bajo la coordinación de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, colabora desde 2018 con comunidades locales en la búsqueda de soluciones.
Ahora, aprovechando la innovadora investigación de la Sra. Cortni Borgerson, antropóloga y experta en biología de la conservación, el Programa ha puesto en marcha una iniciativa de cría de insectos de ámbito comunitario.
En lugar de que las comunidades se vean obligadas a atrapar sakondry en el bosque, la iniciativa ha recurrido a la producción de habas de Lima (Phaseolus lunatus), tsidimy en la lengua local, que es la comida predilecta del sakondry, que acude en masa a alimentarse de la savia de las plantas.
Como legumbre, el tsidimy también es un activo destacado para la agricultura sostenible al enriquecer el nitrógeno del suelo y reducir la erosión. Esta solución basada en la naturaleza ofrece un doble beneficio: garantiza un suministro constante de proteína procedente tanto del sakondry como de las habas.
El sakondry, excepcionalmente nutritivo en sí, está a la altura de las fuentes de proteínas tradicionales. Cada 100 gramos contienen 20,1 gramos de proteína, proporción comparable a la de la carne de pollo, porcino y vacuno. También aporta una cantidad de potasio, calcio y hierro notablemente superior a la que procede de las proteínas tradicionales de origen animal. Si a eso se añaden la proteína y los micronutrientes aportados por las habas, se obtiene una contribución sustancial a la nutrición de la comunidad.
En comparación con la producción ganadera tradicional, la cría de insectos también tiene un impacto ambiental notablemente inferior, al producir menos emisiones de gases de efecto invernadero y necesitar menos agua, alimentos y espacio. A diferencia de otros insectos susceptibles de cría, como el grillo, el sakondry no necesita alimentación suplementaria ni cuidados intensivos. Es más, no invade otros cultivos agrícolas ni se alimenta de ellos.
La cría de sakondry, cuyas necesidades de inversión y de recursos son mínimas, genera oportunidades de ingresos, especialmente para las mujeres de las zonas rurales, que se están poniendo al frente de la gestión de la producción.
Se aspira a que más adelante pueda ampliarse la cría de sakondry y a que los insectos se vendan en las proximidades, lo cual proporcionaría ingresos adicionales a las familias.
La ampliación de esta práctica ejemplifica la manera en que el recurso a soluciones basadas en la naturaleza y la revitalización de tradiciones locales pueden atender a la vez las necesidades humanas y los objetivos de conservación en el singular ecosistema de Madagascar.
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