Museo recuerda a millonésimo "trabajador invitado" de Alemania en años 60

Por Christoph Driessen (dpa)

Bonn (Alemania), 25 may (dpa) - El 10 de septiembre de 1964 llegó a una estación de Colonia, en el oeste de Alemania, el "millonésimo trabajador invitado (Gastarbeiter)", el portugués Armando Rodrigues de Sá.


El carpintero, de 38 años, había sido elegido a ciegas de una lista de nombres de recién llegados y recibió de regalo un ciclomotor. A petición de los fotógrafos, lo empujó unos metros por el andén de la estación Colonia-Deutz y luego accedió a subirse a la "Combinette".


Allí surgió la imagen que luego fue reproducida en innumerables libros de texto y documentales: la de un hombre avergonzado con el sombrero de ala ancha y la chaqueta desgastada con un ramo de flores sobre el tanque del ciclomotor.


La historia es bien conocida en Alemania hasta este punto, pero ahora, el Pabellón de Arte (Bundeskunsthalle) de Bonn la cuenta con más detalle en su nueva exposición.


Hoy se sabe que Rodrigues de Sá no pudo usar el ciclomotor en Alemania porque no tenía permiso de conducir. En los años 70 enfermó de cáncer, posiblemente una consecuencia tardía de su trabajo. Pero como nadie le informó que tenía seguro médico en Alemania, volvió a Portugal a vivir con su familia.


Se hizo entregar anticipadamente sus derechos de pensión alemanes y los utilizó para financiar el tratamiento. En 1979, sucumbió a la enfermedad con solo 53 años.


La exposición "Wer wir sind - Fragen an ein Einwanderungsland" (Quiénes somos - preguntas sobre un país de inmigración) recorre la historia de la migración en la República Federal de Alemania, pero de un modo particular.


La perspectiva es siempre la de los propios migrantes y, por tanto, muy personal y cargada de emoción y la historia es relatada a través del lenguaje del arte. Además, la muestra presenta numerosos documentos y algunos testimonios contemporáneos de la colección del Museo de la Migración en Alemania (DOMiD), que se está construyendo actualmente en Colonia.


El recorrido de la exposición no es siempre fácil, es necesario estar abierto y adentrarse en la lectura. Muchas cosas son deprimentes, empezando por las muy pequeñas, como el anuncio de un piso con el no tan raro aviso de "prohibidos los extranjeros".


Los responsables de la exposición consiguen ilustrar acontecimientos y sucesos bien conocidos desde un ángulo inusual. Por ejemplo, tras un atentado de extrema derecha perpetrado en 1992 en Mölln, en el norte de Alemania, la ciudad hizo un llamamiento a la población para que expresara su solidaridad con las dos familias turcas afectadas. Cientos de particulares, entre ellos niños y jóvenes, pero también instituciones como escuelas, políticos y representantes de empresas expresaron entonces su dolor y horror e incluso hicieron ofertas concretas de ayuda.


Pero las conmovedoras cartas probablemente nunca llegaron a gran parte de las dos familias. No fue hasta 2019, relata Johanna Adam, comisaria de la muestra, cuando uno de los nueve supervivientes del incendio provocado tuvo conocimiento de las cartas, que estaban guardadas en los archivos municipales de Mölln.


La exposición evita atribuir a los inmigrantes el papel de víctimas. En cambio, muestra repetidamente cómo los recién llegados tomaron las riendas de su destino, exigieron igualdad de derechos y lucharon contra los malos tratos.


En 1973, por ejemplo, hubo una huelga en la fábrica de automóviles de Ford en Colonia tras el despido de 300 trabajadores turcos porque se retrasó su regreso de vacaciones -el largo viaje de Anatolia a Renania no podía calcularse con tanta precisión en aquella época-.


Unos 8.000 trabajadores de Ford, en su mayoría turcos, se manifestaron espontáneamente por la readmisión de sus compañeros y paralizaron la producción. Rápidamente se añadieron otras reivindicaciones, como aumentos salariales, más vacaciones y una reducción de la velocidad de la cadena de montaje.


Los turcos hicieron todo esto por su cuenta. El sindicato IG Metall y el comité de empresa se opusieron a la acción.


Ese mismo año, Alemania Occidental dejó de contratar trabajadores de otros países tras la crisis del petróleo, y no tardó en decirse que los "invitados" debían volver a marcharse.


Citas de políticos de la época están estampadas en la pared del museo, por ejemplo del excanciller Helmut Schmidt: "Por mi parte, no más turcos cruzarán la frontera", y de su sucesor, Helmut Kohl: "En los próximos cuatro años será necesario reducir el número de turcos en un 50 por ciento".


Entonces el visitante nota que, afortunadamente, muchas cosas han cambiado desde entonces.