Leo Baeck, el rabino reformista alemán que sobrevivió al nazismo
Por Verena Schmitt-Roschmann (dpa)
Berlín, 22 may (dpa) - Leo Baeck sobrevivió el campo de exterminio de Auschwitz probablemente debido a una macabra coincidencia. El rabino se encontraba en el campo de concentración nazi de Theresienstadt y su nombre ya figuraba en una lista para ser deportado.
Sin embargo, según relata el biógrafo de Baeck, Michael Meyer, fue deportado otro hombre con el mismo nombre.
Meyer revela que cuando el jerarca nazi Adolf Eichmann visitó Theresienstadt en 1944 le dijo al rabino alemán: "¿Cómo, usted sigue vivo?".
El destacado rabino reformista, nacido hace 150 años, el 23 de mayo de 1873, es considerado uno de los líderes del pensamiento judío más importantes del siglo XX, una autoridad moral durante la Shoah y un símbolo del difícil nuevo comienzo tras el genocidio nazi.
Durante el nacionalsocialismo, Baeck fue el máximo representante del judaísmo alemán. Si bien más tarde algunas de sus decisiones suscitaron dudas, hoy en día sigue siendo una guía e inspiración para muchos.
El presidente del Consejo Central de los Judíos de Alemania, Josef Schuster, elogió al rabino por apoyar y dar confianza a las personas confinadas en Theresienstadt.
Agregó que Baeck prestó servicios extraordinarios a la ciencia moderna del judaísmo, cofundó la congregación unida en Alemania y siguió desarrollando el bienestar judío. "Por todo ello, aún hoy estamos en deuda con él", destacó Schuster.
Baeck nació en el seno de una numerosa familia de un rabino de Leszno, hoy en Polonia. Estudió teología judía en Breslavia y Berlín, y a los 22 años se doctoró y fue nombrado rabino en la ciudad polaca de Opole, y más tarde en Düsseldorf, en el oeste de Alemania.
Sin embargo, el joven impresionó sobre todo con su libro "La esencia del judaísmo", publicado en 1905, como respuesta al escrito antisemita "La esencia del cristianismo" de Adolf von Harnack.
En 1912 Baeck se convirtió en rabino de la sinagoga de la calle Fasanenstraße de Berlín-Charlottenburg y permaneció como tal, con una interrupción como rabino en el Ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, hasta la época nazi.
Baeck era considerado una persona rígida, seria, no especialmente afable y que desaprobaba la moral relajada de la República de Weimar. Era un judío liberal, pero abierto a los ortodoxos.
Según Meyer, se oponía a todas las tendencias divisionistas del judaísmo. "En una comunidad judía fragmentada, Baeck fue alguien que tendió puentes", señala.
En 1922 se convirtió en presidente de la Asociación General de Rabinos Alemanes y tras la toma del poder por los nazis en 1933, también ejerció de presidente de la Reichsvertretung der deutschen Juden (Representación en el Reich de los judíos alemanes).
Baeck viajó en varias oportunidades al extranjero para denunciar la persecución de los judíos. Entre 1933 y 1942 fue arrestado en al menos cinco ocasiones.
Buscó asimismo vías de escape para los demás y acompañó a niños en el transporte a Inglaterra. Mientras su hija y su nieta consiguieron emigrar, el propio Baeck volvía a Alemania una y otra vez.
La tarea lo puso en aprietos. "El término dilema es exactamente el adecuado en este caso", afirma el historiador Fritz Backhaus.
Después de la guerra, se discutió si los representantes del judaísmo podrían haber frenado la maquinaria asesina de haberse negado a cooperar con el Estado nazi. En el caso de Baeck, hubo dos puntos concretos que se cuestionan.
Tras los pogromos de noviembre de 1938, los nazis sustituyeron la Reichsvertretung (Representación en el Reich de los judíos alemanes) por la llamada Reichsvereinigung der Juden in Deutschland, una organización directamente subordinada a la Policía Secreta del Estado. Baeck permaneció al mando.
Junto con otros autores, el rabino escribió una historia de 1.600 páginas sobre el "Estatuto jurídico de los judíos en Europa". El propio Baeck dijo más tarde que se la había encargado la resistencia alemana contra Hitler.
Pero en 2001, el entonces director del Centro Judaico de Berlín, Hermann Simon, hizo pública la información de que en realidad fue la Gestapo que movió los hilos.
El segundo punto delicado, según el historiador, fue que Baeck tenía pistas sobre la maquinaria asesina de Auschwitz, pero que no lo dio a conocer públicamente.
En enero de 1943, el rabino fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt, donde se incorporó como miembro del consejo de ancianos. "Temía que la tasa de suicidios, que ya era muy alta, aumentara aún más", comenta Meyer.
En medio del horror, la muerte y los asesinatos, el rabino consideraba que tenía que infundir valor y defender las normas morales.
En el campo de concentración daba conferencias sobre historia cultural, casaba parejas y rezaba oraciones por los muertos. Las fotos de la época muestran a un hombre alto, canoso pero imponente, que parecía tan inexpugnable entonces como ahora.
En 1945, con 30 kilos menos, fue liberado del campo de concentración y se trasladó a Londres donde estaba su hija.
"La era de los judíos en Alemania ha terminado de una vez por todas", escribió Baeck. En 1953 recibió la Gran Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania de manos del entonces presidente Theodor Heuss. Baeck murió tres años después.
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