Entre la decepción y las deudas: migrantes regresan a Venezuela tras renunciar al “sueño americano”
VOA - NICOLE KOLSTER
Después de que EEUU anunciara su nuevo parole humanitario, que le abre las puertas a 24.000 venezolanos pero se las cierra a quien intente ingresar al país irregularmente, el aeropuerto internacional de Maiquetía, próximo a Caracas, se ha vuelto un hervidero de historias de retorno y sueños rotos.
MAIQUETÍA, VENEZUELA —
“Un poco triste y decepcionado por no alcanzar el sueño”: Orlando Colina regresó enfermo a Venezuela tras su intento fallido de entrar a Estados Unidos.
Salía de la peligrosa selva del Darién, que divide Colombia de Panamá, cuando se enteró de que Estados Unidos lo expulsaría a México si cruzaba ilegalmente la frontera terrestre y, ademas, le cerraría las puertas al nuevo parole humanitario para venezolanos anunciado por Washington la semana pasada.
“Dure seis días en el Darién, dos días sin comer, se me terminó la comida -por el peso tuve que dejarla-, sin agua, estaba deshidratado porque los ríos cuando llueven se enlodan”, dice a la Voz de América este joven de 27 años, al retornar solo con unas bolsas por el aeropuerto internacional de Maiquetía, en Venezuela.
Todo lo perdió en el camino y, además, se enfermó.
“Vengo con fiebre, tengo catarro con sangre, esto es un tortura”, describe este hombre sudando, que aún porta una cinta amarilla en su brazo, que le fue colocado en un refugio para migrantes en Panamá.
Su travesía comenzó el primero de octubre, junto a 29 personas, de las cuales 10 no retornan a Caracas.
En el frustrado intento de llegar a Estados Unidos invirtió 1.500 dólares. “Y todavía no he llegado a mi casa”, añade.
Para él era Estados Unidos o nada. “Pensaba buscar algo mejor; aquí el sueldo mínimo no da y yo tomé la decisión de buscar ese sueño de emprendimiento, otro estilo de vida”, sigue este joven que trabaja la mecánica.
Desde el martes, decenas de migrantes procedentes de Panamá y México han retornado a Venezuela por el aeropuerto internacional de Maiquetía, La Guaira -que sirve a Caracas-. Esto luego del protocolo que Washington impuso, el 13 de octubre, para poner freno a la oleada migratoria de venezolanos, después de que en un año más de 150.000 llegaron por la frontera terrestre.
“Nadie pensó que después de salir de la selva ibas a conseguir esa noticia que todo estaba trancado (...) no fue justa, ellos sabían que miles de migrantes estaban metidos en la selva”, dice Javier Soto, que tiene los ojos rojos.
¿Cuales son los sentimientos ahorita? "Ya uno no tiene sentimientos de tanto que sufrimos en la selva", responde este hombre de 39 años, que no tiene para pagar el taxi de camino a casa.
Una mujer en chanclas y que carga a una bebé también acaba de retornar a Venezuela. Otros se pasean por el aeropuerto de un lado a otro sin un rumbo claro.
La mayoría de estas personas son jóvenes que llegaron con unas dos bolsas en cada mano, con ayuda humanitaria. No hay maletas. Coinciden todos en que huían de la crisis económica de Venezuela, buscando un futuro de oportunidades.
“Metí al bebé en un canguro y anduve así” por la selva, dice una joven al salir de migración.
¿Qué fue lo más difícil? Todo, la selva y las trochas de cada país. Es muy complicado, enumera. “Estados Unidos era el sueño, pero no se pudo cumplir”, añade antes de irse.
“Nos sentimos demasiado derrotados”, agrega Luis Lopez, 33 años, que trabaja como taxista y “buscaba una estabilidad”.
Del “sueño americano” a estar “endeudados” en Venezuela
Aldain Agreda se seca las lágrimas, abraza a su hijo mayor y a su mamá que lo esperaban en el aeropuerto desde temprano. Tenían seis años sin verse.
Retornó con su mujer y un bebé de un año, que también padeció los estragos de la selva. Se enteró de la decisión de Estados Unidos cuando estaba ya en Costa Rica.
Era tarde, había vendido todo. “Me gasté 2.500 dólares, debo 1.000 dólares que me prestaron”.
“Me sentí frustrado porque fue un dinero que ni siquiera era mío, lo quite prestado para poder hacer ese esfuerzo de buscar un mejor futuro, y saber que no podía lograr nada, de regresar con la misma deuda”, agrega Agreda.
Es el caso también de Junior Duray, de 30 años, que vuelve endeudado a Venezuela. “Yo llevaba un sueño y se me cayó (...) Quería montar mi propio negocio”, dice este hombre que está tirado en la acera del aeropuerto sin dinero.
Va al estado de Zulia -región fronteriza- a unas 11 horas desde Caracas. Como Alexis, Junior también debe pagar 1.000 dólares que pidió prestado para el viaje.
“Vendimos nevera, cama, televisor, todo, todo lo que teníamos”, añade el hombre que tiene un marcado acento colombiano.
Vivió ocho años en Pereira, Colombia, en el Departamento de Risaralda. Pero siempre con la mente en ir a Estados Unidos. “Yo quería regalarle una mejor vida a mi familia”, dice.
¿Por qué sintió que en Colombia ya no era una opción de vida?-
“En Colombia igual hay trabajo y uno consigue plata, madre, lo que es que uno lleva un sueño, yo tenía un sueño, yo quería trabajar en los Estados Unidos”, responde. “Un año, dos años, tres años, y venirme otra vez para acá y montar un negocio (...) no se me dio”.
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