Libro explora vida cotidiana durante el nazismo

Por Sibylle Peine (dpa)

Berlín, 26 abr (dpa) – El asesinato de millones de judíos, multitudes vitoreando, procesiones de antorchas, Hitler gritando, las fuerzas armadas nazis y ciudades destruidas son situaciones e imágenes que remiten a los doce años de nacionalsocialismo en Alemania. 


En cambio, lo que apenas se recuerda es la vida cotidiana entre 1933 y 1945. En su libro "Hitlerwetter" (el tiempo de Hitler), el historiador germano Tillmann Bendikowski describe que incluso en plena dictadura nazi se celebraba la Navidad, se pasaban tardes despreocupadas en la piscina o los enamorados paseaban por las calles tomados de la mano. 


Según Bendikowski, si no se pertenecía a una minoría perseguida durante el nazismo, para la mayoría de los alemanes la vida cotidiana transcurría con relativa normalidad, al menos antes de la guerra.


El historiador hace una descripción sobre "la vida normal en la dictadura" nazi, en la que era posible adaptarse a ciertas situaciones y vivir más o menos sin sobresaltos.


Bendikowski reseña aspectos concretos de la vida cotidiana entre diciembre de 1938 y noviembre de 1939, como la salud, las vacaciones, el trabajo, la educación, la fe o las celebraciones.


A primera vista, todo parece seguir como siempre, es decir, se mantienen las tradiciones como la Navidad o el Día de la Madre. Pero en realidad, el autor cuenta que hay claras influencias ideológicas, como así también apropiaciones y confiscaciones en todos los ámbitos.


En 1938, la mayoría de los alemanes celebran la Navidad como de costumbre, con un pesebre, un árbol y cantando villancicos. Sin embargo, se hicieron múltiples intentos para alinear la celebración navideña con la ideología nazi y convertirla en una especie de "Fiesta del Sol de Invierno" germánica o "Navidad del Pueblo", sin himnos eclesiásticos y, en lo posible, sin el niño Jesús judío y la madre de Dios.


Aun más fuerte, según Bendikowski, fue la apropiación del Día de la Madre. Los nacionalsocialistas lo elevaron a día festivo y las madres con numerosos hijos eran homenajeadas en pomposas ceremonias. La mujer como portadora de hijos y madre comenzó a ser el nuevo modelo de la ideología popular.


En tanto, la vida privada era solo aparentemente privada, ya que básicamente el Estado interfería en todo, incluso en temas de salud.


En aras de preservar la salud pública y con vistas a futuras guerras, el Gobierno nazi quería animar a la gente a hacer ejercicio y desalentar vicios como fumar y beber alcohol.


El símbolo de una nueva cultura del ocio eran los eventos de "La fuerza a través de la alegría". En viajes organizados en barco se debía crear un nuevo sentido de comunidad entre todas las clases sociales. Las condiciones de los barcos eran generalmente precarias (40 baños para 1.600 pasajeros) y la jornada estaba estrictamente regulada (había que despertarse a las 6:20 horas).


En su libro, Bendikowski destaca que si se mantenía la boca cerrada, bajo la dictadura nazi era posible realizar escapadas privadas, por ejemplo en moto. El motociclismo transmitía sensación de libertad. En 1938, la mitad de las motocicletas que circulaban por el mundo lo hacían por las carreteras alemanas. 


A partir de septiembre de 1939, la vida cotidiana de los alemanes estuvo casi completamente determinada por la guerra.