Leipzig, némesis favorita de hinchas alemanes, aspira al primer título

Por Tom Bachmann (dpa)

Leipzig (Alemania), 16 may (dpa) - El legendario delantero alemán Rudi Völler expresó un deseo especial antes de jubilarse como dirigente del Bayer Leverkusen: que el Freiburg y el Leipzig pusieran fin antes de la final de la Copa Alemana a una controversia rayana con el ridículo.


"No se puede llegar a la final y hacer un escándalo. No se me puede hacer eso como despedida", dijo Völler. Se refería a la decisión del Freiburg de prohibir en la antesala de la final del sábado el uso de su escudo para el merchandising conjunto con el Leipzig.


La aversión al Leipzig se ha convertido en una especie de tradición en el fútbol alemán. Muchos hinchas dicen que el club en realidad no debería existir porque surgió de forma artificial. El club es propiedad de una asociación detrás de la cual se encuentra el fabricante austriaco de bebidas energizantes Red Bull.


Mientras que los directivos ya aceptan al club, sigue habiendo resistencia en el ámbito de los aficionados. "Hacemos este tipo de productos para los fans, y si no hay motivo para ello, no se hace", se justificó el director general del Freiburg, Oliver Leki, sobre la disputa por las bufandas con ambos escudos.


Suele ocurrir que el Leipzig se convierte en el enemigo favorito cuando el club tiene éxito, algo de lo que está a un paso en la final de la Copa Alemana, que le podría deparar su primer título.


En el centro de entrenamiento del Leipzig ya están acostumbrados a tanta enemistad y citan al escritor alemán Wilhelm Busch, que una vez describió la envidia como la forma más sincera de reconocimiento. "Hay que trabajar para ganarse tanto ensañamiento", dijo el jefe de la junta directiva, Oliver Mintzlaff.


Pero muchos adversarios del Leipzig no sienten envidia. Creen que se está abusando del fútbol, que se está llegando a una situación como en Inglaterra, donde los clubes están controlados por oligarcas y jeques y donde un club como el Newcastle United jugará con los colores de Arabia Saudí porque su nuevo propietario es saudí.


Quieren contribuir a forjar el futuro de su club y, sobre todo, quieren poder opinar sobre él.


Eso no está previsto en el Leipzig. "Se juega al fútbol para promocionar una lata de bebida", comentó con sarcasmo en una ocasión el director general del Borussia Dortmund, Hans-Joachim Watzke.


La historia romántica de un par de compañeros con la misma afición que se juntan y fundan un club no existe en el Leipzig. Los aficionados no tienen voto. En marzo de 2022, el Leipzig solo contaba con 20 miembros con derecho a voto.


Además, hay unos cientos de miembros a quienes se permite asistir a las asambleas generales, pero que no tienen voz. Dichas reuniones públicas existen desde 2014 porque eran un requisito para ascender a segunda división.


El sistema del Leipzig no estaba previsto en el reglamento del fútbol alemán en 2009, año de fundación del club. Estaba prohibido que un inversor comprara un club, se hiciera con la mayoría de los votos, cambiara el nombre con fines publicitarios o lo reasignara.


Así que el multimillonario austriaco Dietrich Mateschitz simplemente fundó el club él mismo y le compró el derecho a empezar en la quinta división al SSV Markranstädt.


El estatuto de la Liga Alemana de Fútbol no permite que un solo inversor posea más del 50 por ciento de un club de fútbol y Mateschitz se valió de un truco legal para obtener la licencia.


El club fue obligado a cambiar el logotipo, demasiado similar al de la popular bebida energética. Oficialmente las siglas RB no son abreviatura de Red Bull sino de RasenBallsport, lo que traducido literalmente significa deporte de pelota sobre césped. Esta artimaña enfurece aún más a muchos adversarios del Leipzig.


Tras ligeros cambios, todo fue aprobado en mayo de 2010.

Según los informes, la Federación Alemana de Fútbol y la Liga Alemana de Fútbol consideraron en su día emprender acciones legales contra el modelo de Leipzig.


Pero eso habría sido una jugada arriesgada porque el Hoffenheim, financiado por el magnate informático Dietmar Hopp, también era ya un precedente.


Tras unos años sin consegir el éxito esperado, Mateschitz contrató a Ralf Rangnick como director deportivo y técnico. Y llevó al club a donde está hoy, en el estante superior del fútbol alemán.


Sin embargo, lo que no se puede comprar es la cultura de los aficionados. El entrenador Domenico Tedesco criticó el escaso ambiente tras el partido de ida de las semifinales de la Liga Europa contra el Glasgow Rangers, para el que no se agotaron las entradas.


El club activó de cara a la final de la Copa Alemana su maquinaria de relaciones públicas y no se cansó de insistir en que se podrían haber vendido 50.000 entradas para la cita en el Estadio Olímpico de Berlín. Aseguró que muchos aficionados se quedaron sin entrada.


Simpatizantes que tendrán que prescindir de la tradicional bufanda de la final con el Freiburg.