Ser trabajador humanitario en el Afganistán, contra viento y marea

 NDP FAO

Ahmady mantiene su compromiso de prestar ayuda donde más se necesite

*Se han modificado los nombres y lugares.

“Me gusta en especial ver a los agricultores o pastores sonreír cuando reciben insumos agrícolas como piensos o semillas; me siento sereno y realizado” afirma Ahmady, trabajador humanitario de una de las ONG asociadas a la FAO en el Afganistán.

A Ahmady le apasiona su trabajo. Es lo que ha hecho en su país durante los últimos 15 años. En la actualidad, coordina la ejecución de dos proyectos de la FAO que ayudan a los agricultores y pastores afectados por la sequía, llegando a más de 10 000 familias con apoyo vital para proteger sus medios de vida agrícolas.

La FAO está ampliando su ayuda de emergencia, proporcionando insumos agrícolas como piensos, semillas y fertilizantes para la temporada de siembra del trigo de invierno. La FAO ofrece también formación agronómica específica sobre el cultivo del trigo y la gestión sostenible del ganado, para aprovechar al máximo los insumos y crear resiliencia para el futuro.

Esta ayuda tiene como objetivo proteger los medios de vida agrícolas y apoyar a 3,3 millones de personas hasta finales de año. El 80 % de la población afgana depende directa o indirectamente de la agricultura para su subsistencia.

“Los proyectos de emergencia son extremadamente difíciles de ejecutar porque se llevan a cabo en las zonas más inseguras, remotas y desfavorecidas; sin embargo, me gusta trabajar sobre el terreno y con las comunidades, en particular con las familias vulnerables y pobres”, afirma este trabajador humanitario afgano, que cuenta con una maestría en agricultura.

La experiencia de los asociados en la ejecución y de los trabajadores humanitarios locales es de inestimable valor para calibrar la ayuda de emergencia a las necesidades sobre el terreno de las comunidades afectadas. Junto con los equipos de la FAO en la región, los asociados ayudan a la Organización a seguir tomando el pulso de la situación de las comunidades afganas que viven en zonas rurales remotas.

Como algunos trabajadores fueron evacuados en agosto, y los sistemas administrativos y de gestión se han visto interrumpidos, son personas como Ahmady las que garantizan la entrega a nivel local de la tan necesaria ayuda humanitaria a agricultores y pastores.

Un trabajo difícil

La labor humanitaria supone ya un reto por su naturaleza, y el trabajo de Ahmady no resulta nada fácil. Los trabajadores desarrollan sus actividades en zonas especialmente afectadas por la pobreza y la inseguridad alimentaria generalizada. Las necesidades suelen ser mucho mayores que los recursos humanitarios disponibles para ayudar a la población de estas zonas.

Como muchos de los proyectos de la FAO en el Afganistán se llevan a cabo en zonas remotas, los trabajadores humanitarios tienen que pasar la noche en el único alojamiento disponible, las casas de huéspedes de los distritos ofrecidas por el gobierno, “lo que puede resultar muy peligroso porque siempre existe la posibilidad de sufrir un ataque”, explica Ahmady, que está casado y es padre de cinco hijos

Antes de la caída del Gobierno, en agosto de 2021, “los desplazamientos ya se habían complicado mucho debido a los enfrentamientos armados. Además, los agentes de seguridad de la carretera cambiaban cada día; los nuevos no nos conocían, nos hacían registros corporales frecuentes e incluso inspeccionaban nuestros teléfonos”, explica Ahmady.

En una ocasión, se produjo un enfrentamiento armado en el centro del distrito donde se distribuyen alimentos, aperos y otro material de socorro. El centro cambió varias veces de mano entre los contendientes y su control podía variar de un día para otro, pero por suerte, dice Ahmady, los piensos almacenados allí fueron respetados por ambos bandos y permanecieron intactos

Reglas que cambian

Las normas inciertas sobre la ejecución de los programas por parte de las cooperantes complican enormemente los esfuerzos para llegar a las beneficiarias, afirma Ahmady.

Las cosas se han complicado aún más porque solo las mujeres tienen permitido encuestar a otras mujeres en el proceso de selección de beneficiarios. Sin embargo, aunque “la mayoría de nuestros beneficiarios son mujeres”, dice Ahmady, “a nuestras colegas se les ha denegado dicho permiso desde que las nuevas autoridades de facto asumieron el poder”.

En otras zonas del país, las mujeres han podido, sin embargo, continuar con su labor humanitaria. En la zona de Ahmady, algunas organizaciones han obtenido un permiso verbal para que las mujeres volvieran a trabajar, pero todavía no hay ningún permiso oficial emitido por las autoridades de facto.

El cambio de administración también ha provocado problemas burocráticos. “Desde que los antiguos gobernantes abandonaron el distrito y huyeron precipitadamente, las listas de distribución [a los beneficiarios] que se habían elaborado previamente empezaron a ser rechazadas”, dice Ahmady quien, hasta ahora, ha conseguido superar todos estos problemas para lograr distribuir la ayuda de la FAO.

Un futuro incierto

Mientras la incertidumbre prima en el Afganistán, Ahmady está preocupado por el futuro. “No está claro qué va a pasar. Tomar decisiones sobre el futuro es bastante difícil”. Los trabajadores, al igual que los beneficiarios, viven al día para ver lo que les espera. A Ahmady le gustaría al menos poder volver al fútbol, una afición que le mantenía feliz y activo. Pero hay demasiado trabajo por el momento: “Hace más de dos meses que no me pongo ropa para practicar deporte”. Ahmady espera que esto, y mucho más, cambie en los próximos días.