Felicidad y tristeza en la Berlinale: un Oso de Oro para Irán

Por Peter Claus y Julia Kilian (dpa)
Berlín, 1 mar (dpa) - En realidad debería ser su gran momento. El director iraní Mohammad Rasoulof rodó un film político sobre la pena de muerte en su país.


"No hay maldad" es el título del drama episódico que ganó el Oso de Oro en la Berlinale en la noche del sábado. Pero cuando Jeremy Irons anuncia como presidente del jurado a la película premiada, Rasoulof permanece ausente: tiene prohibido salir de Irán.

El premio es recibido por su hija Baran, que vive en Alemania. Expresa que está conmovida y feliz y al mismo tiempo muy triste. "Porque este premio es para un cineasta que hoy no puede estar aquí", dice en Berlín. "Este premio es para él."

Al igual que su colega Jafar Panahi ("Taxi Teherán"), Rasoulof es uno de esos cineastas iraníes que una y otra vez se enfrentan a problemas para filmar en su país de origen.

Ambos habían sido condenados a prisión tras las protestas contra las elecciones presidenciales de 2009. A Rasoulof le quitaron el pasaporte, pero no está en prisión. La noche de la premiación se conecta con Berlín a través de un teléfono móvil.

"No hay maldad" de Mohammad Rasoulof ("Sheytan vojud nadarad"), una coproducción germano-checa-iraní, cuenta no una, sino cuatro historias breves.

Un cariñoso padre de familia cuida de su anciana madre. Parece un hombre contemporáneo común. Pero luego se revela que su trabajo es llevar a cabo ejecuciones por la noche en la cárcel, con sólo pulsar un botón.

Como en este primer episodio, los límites entre el bien y el mal son fluidos en todos ellos. Pero siempre ronda una pregunta: ¿las personas deciden -bajo condiciones a menudo extremas- a favor o en contra del bien?

Por ejemplo, a un joven recluta que está a punto de cumplir una sentencia de muerte, ¿se le permite pagar a otra persona para que asuma la culpa en su lugar?

La película es "suave y devastadora al mismo tiempo", dijo el presidente del jurado y ganador de un Oscar Jeremy Irons. El momento en que un zorro huye, un coche queda averiado en la calle, un hombre tiñe el pelo de su esposa: según Irons se trata de cuatro historias que muestran el tipo de red que los regímenes autoritarios tejen entre las personas para forzarlas a la inhumanidad.

"Una película que formula preguntas sobre nuestra responsabilidad y elección en la vida", resumió.

Desde hace décadas se vive una gran tensión entre los cineastas y las autoridades de Irán. Los guiones deben ser aprobados por el Ministerio de Cultura. Incluso después de que el rodaje haya terminado, la película debe ser aprobada para su proyección. Algunas escenas, por ejemplo entre un hombre y una mujer, que serían normales en otros países, no están permitidas.

Rasoulof ni siquiera tiene permiso oficial para filmar, pero con el apoyo de su equipo lo consigue de todas formas. Sus colaboradores no quieren revelar en Berlín detalles de cómo lo hizo. Rasoulof le dijo al diario alemán "Tagesspiegel" que habían registrado cuatro producciones diferentes de cuatro directores, porque la censura no mira muy tan de cerca a los cortometrajes.

La situación de los cineastas iraníes es un tema recurrente en la Berlinale. En 2011, por ejemplo, el festival conmemoró a Jafar Panahi con un momento especial: al no poder ocupar su lugar en el jurado, su silla quedó vacía. Con su película "Taxi Teherán", rodada en secreto, ganó el Oso de Oro en 2015, también en ausencia.

Con esta decisión, el jurado también está enviando una señal. La Berlinale es considerada desde siempre un festival muy político. Esto también parece ser el caso bajo el nuevo dúo de gestión formado por la productora holandesa Mariette Rissenbeek y el crítico de cine italiano Carlo Chatrian.

El premio es el tercer Oso de Oro para un film de un director iraní. Comparada con otras películas concursantes, "No hay maldad" no es tan llamativa artísticamente. Pero a veces cuentan más otras cosas.