La mente clara,los pies cansados: Benedicto XVI cumple 90

Por Annette Reuther y Paul Winterer (dpa)

Roma 14 abr (dpa) - Estarán sus amas de llave, el hermano llega de Alemania y el papa Francisco ya lo felicitó. Este domingo de Resurrección, el papa emérito Benedicto XVI cumple 90 años y lo quiere festejar como siempre lo deseó: de forma muy tranquila. "Siempre le espantaron los grandes festejos, sobre todo si el agasajado es él. Como es una persona tímida, se pondrá contento cuando haya pasado todo", dice su biógrafo Peter Seewald, que lo conoce muy bien.

El secretario particular de Benedicto, el arzobispo Georg Gänswein, dice que será una "fiesta modesta, al estilo de su Baviera natal, con una fanfarria bávara".

Tiene la mente clara y los pies cansados, así describe el estado de salud de Benedicto, el papa que hace cuatro años sorprendió a todo el mundo cuando anunció que renunciaba a estar al frente de la Iglesia católica, abriendo el camino a que el cardenal argentino Jorge Bergoglio se convirtiera en su sucesor como papa Francisco.

Reza, lee, recibe alguna que otra visita o pasea con ayuda de su andador rodante, esas son las actividades cotidianas de Joseph Ratzinger, tal su nombre secular.

Su estado de salud ya no le permite asistir a actos públicos. "Por supuesto que se nota que no va a cumplir 18 años", dice el cardenal Gerhard Ludwig Müller, jefe de la Congregación de la Fe. "Pero lo importante es que mentalmente sigue estando muy bien, con absoluta claridad. No le cuesta leer, pensar, todo es como siempre fue", dice Müller.

Hoy, Benedicto vive retirado en un convento del Vaticano, en realidad a pocos metros de Francisco y, por tanto, en el centro de poder de la Iglesia católica. "La relación entre ambos es buena, pero sin llegar a ser intensa. No es que se pueda decir que sea tan estrecha que ni siquiera pueda meterse una hoja de papel entre los dos, como dice el dicho alemán", dice Seewald.

A veces, Francisco acude a él para pedirle consejos sobre temas teológicos sobre los que el papa emérito sigue escribiendo y estudiando. Ofrece entrevistas, investiga, escribe, algo que muchos consideran como un indicio de que quiere seguir ejerciendo influencia en la vida vaticana. "No es que un papa pueda jubilarse sin más, no es un pensionado que se dedica a cultivar flores", detalla su historiador.

Hubo teólogos como Hans Küng que habían pronosticado que Benedicto iba a seguir siendo un papa encubierto, manejando los hilos a la sombra de su sucesor. Pero la verdad es que la relación con Francisco es de respeto mutuo. No gobierna en paralelo, su frágil estado físico no lo permitiría y menos la categórica postura que impuso su sucesor.

El pontificado del alemán parece estar a años luz. Francisco, con su forma de ser tan diferente a la de su antecesor, abrió los corazones de muchos fieles. "Tal vez sea cierto que me faltó más contacto con la gente", admite Ratzinger en la entrevista biográfica que le concedió a Seewald.

Joseph Ratzinger nunca se pudo despegar de la imagen de ser un "Panzerkardinal", como lo llamaban su época al frente de la influyente Congregación de la Fe como férreo defensor de los valores más conservadores y tradicionalistas de la Iglesia.

Al principio de su pontificado, cuando en abril de 2005 asumió tras la muerte de Juan Pablo II., hubo entusiasmo por su persona, sobre todo en Alemania. Pero a lo largo de su gestión fue incapaz de cerrar la grieta que se había abierto entre la la Iglesia y los fieles.

Además, su gestión quedó marcada por una medida muy cuestionada que tomó al levantar la excomunión del sacerdote negacionista del Holocausto Richard Williamson en 2009, y por el escándalo que explotó en el seno de la Iglesia al conocerse la dimensión que tuvieron los abusos sexuales a menores por parte de clérigos católicos.

Hasta hoy se sigue especulando sobre el motivo de la renuncia en febrero de 2013, después de casi ocho años de pontificado. Benedicto mismo catalogó como un "disparate" el rumor de que fue víctima de las intrigas y luchas internas por el poder en el Vaticano. Simplemente, su estado físico ya no le permitía llevar la responsabilidad y la carga como líder de la Iglesia católica. "No hubo presión, de ningún lado", sostiene Gänswein. "Nunca se arrepintió de haber renunciado".