Unos 100.000 niños alemanes tienen el padre en la cárcel

Por Iris Leithold (dpa)
Schwerin (Alemania), 1 ene (dpa) - La pequeña Luisa sólo ha visto a su padre entre grises paredes de concreto con alambre de púas. Había cumplido apenas un año cuando la policía se lo llevó por tráfico de drogas. Así financiaba su adicción.


Justina Dzienko, del Ministerio de Justicia de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, relata este ejemplo al inicio de sus conferencias sobre niños con uno de sus progenitores -generalmente el padre- en la cárcel.

"Para ellos es especialmente difícil", dice Dzienko. "Muchas veces no entienden qué lugar es ése en el que vive su papá y por qué no lo puede visitar". A ello se suma muchas veces la marginación en la escuela y las carencias económicas en la familia porque falta un ingreso.

El destino de estos niños hasta ahora tiene a lo sumo un papel al margen del sistema penitenciario. En este sentido, "en Alemania tenemos que recuperar terreno", admite Dzienko.

Eso comienza con cosas pequeñas como un espacio para cambiar pañales y va hasta una flexibilización de los muy breves tiempos de visitas, que a veces permiten sólo dos horas al mes. Además, los horarios muchas veces son de mañana, que es cuando los niños están en la escuela.

Los establecimientos penitenciarios muchas veces están muy alejados de donde vive la familia y en algunas prisiones no está permitido tocar al recluso.

Se estima que en toda Alemania hay unos 100.000 niños que tienen a uno de sus padres en prisión. "Se calcula que por cada seis presos hay diez niños de hasta 18 años", explica Dzienko.

Lo más grave, según datos del citado Ministerio, es que alrededor de un cuarto de estos niños también entran en conflicto con la ley o terminan presos.

"Los niños necesitan de nuestra amplia protección", subraya la ministra de Justicia de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Katy Hoffmeister.

Hace un año y medio, Hoffmeister lanzó una iniciativa en la conferencia de ministros de Justicia de los Gobiernos regionales para mejorar esta situación. El informe final acaba de terminarse. Menciona propuestas y proyectos modélicos, que en lo posible se volverán habituales.

En el establecimiento penitenciario de Wittlich, en Renania-Palatinado, por ejemplo, un grupo de voluntarios adecuó un espacio para que puedan estar los familiares mientras esperan una visita, atender a los niños y conversar. Allí, los pequeños además son cuidados si la madre quiere tener una conversación a solas con el padre.

En una cárcel de Baviera se organizan cuatro veces al año días de encuentro entre padres e hijos con deportes y juegos en el gimnasio y un almuerzo conjunto.

En un establecimiento penitenciario de Hesse hay cursos de cocina para padres; en Stralsund y Neustrelitz, en Mecklemburgo-Pomerania Occidental, se dan charlas sobre las necesidades de los niños.

Además, en Neustrelitz se encuentra la única sección madre-hijo de un centro penitenciario juvenil.

El estado federado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental quiere tomar la delantera en este tema. Por eso comenzó con la formación de funcionarios que están en contacto con las familias, que serán instruidos especialmente para entender las necesidades de niños y familiares, señala Dzienko.

La ministra Hoffmeister añade: "En el futuro, los horarios de visita estarán orientados primordialmente hacia las necesidades de los niños, no del establecimiento". La meta es responder mejor a la vida cotidiana de un menor que tiene familiares en prisión.