Las comunidades de la región del Extremo Norte del Camerún abren sus puertas a quienes escapan del conflicto

 FAO



La FAO presta su apoyo a las comunidades de acogida y a los desplazados internos para que puedan acceder a alimentos y medios de subsistencia.

Bamadi, llamado afectuosamente Barma por las personas de su comunidad, ha acogido a más de 200 familias desde el año 2014, cuando comenzó la crisis en la región del Extremo Norte del Camerún. Miles de desplazados internos han huido de la violencia perpetrada por los grupos armados presentes en el departamento de Logone-et-Chari, y algunas comunidades de acogida como la de Barma, en el distrito Dor de Makary, les han dado refugio. Los recientes conflictos entre etnias han agravado la situación que ha venido teniendo lugar durante años, especialmente en la Cuenca del Lago Chad, y que ha afectado a cientos de miles de familias.


Las comunidades de acogida están compartiendo con ellos sus limitados alimentos, recursos naturales y servicios sociales básicos, lo que ha debilitado gradualmente su resiliencia y ha dado lugar a la perturbación de los sistemas de producción, los medios de vida y la cohesión social en la región.


Barma, por ejemplo, padre de 13 hijos, ya encontraba dificultadas para mantener a su familia como agricultor estacional. Al mismo tiempo, sabía que tenía que ayudar en lo que pudiera.


“No podíamos permanecer insensibles ante la situación. Estas personas lo han perdido todo y no tienen nada que comer. Otras personas de la vecindad y yo los hemos acogido”, señala Barma. “Tenía que hacer algo”. Como él, otros miembros de la comunidad de acogida han dado cobijo a más de 30 000 desplazados internos hasta la fecha.


Estabilización y recuperación


Con el apoyo financiero del Fondo para la Consolidación de la Paz del Secretario General de las Naciones Unidas, la FAO ha puesto en marcha el proyecto de estabilización y recuperación de las comunidades afectadas por la crisis de seguridad en la región del Extremo Norte del Camerún.El proyecto, llevado a cabo en colaboración con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), está mejorando la resiliencia de los desplazados internos, los retornados y las comunidades de acogida que afrontan inseguridad alimentaria en el departamento de Logone-et-Chari.


“La FAO me dio tres cabras (dos hembras y un macho) para la cría. Recibí también formación sobre la gestión ganadera de pequeños rumiantes”, explica Barma. “No sabía absolutamente nada de esta actividad, porque antes vivía solo de la agricultura”.


La iniciativa brindó apoyo a 245 hogares para la cría de pequeños rumiantes en las localidades de Makary y Kousseri, en la región del Extremo Norte. En total se distribuyeron 735 cabras, además de sacos de piensos, bloques minerales, vacunas y tratamientos para los pequeños rumiantes. Asimismo, la FAO proporcionó capacitación y seguimiento sobre cuidado y salud animal en colaboración con los servicios técnicos locales.


Gracias a este proyecto, algunas familias no solo están mejorando su estado nutricional mediante el consumo de carne de cabra, que es rica en proteínas, sino que también están generando ingresos para cubrir sus necesidades básicas diarias.


“Actualmente, gracias al apoyo de la FAO, mi pequeña explotación cuenta con 15 cabras, y es una de las seis explotaciones modelo del departamento de Logone-et-Chari. Es una fuente de orgullo para mí, porque vienen personas de todas partes a formarse conmigo y a aprender de mi experiencia y de la organización de mi explotación”, prosigue.


Creación de resiliencia mediante la horticultura comercial


Como parte del proyecto, se proporcionaron 10 hectáreas de terreno a 134 desplazados internos y a miembros de sus comunidades de acogida para que cultivaran sus propias frutas y hortalizas. Actualmente, estas comunidades producen cebollas, zanahorias, hierba mora, tomates, repollo, pimientos y ocra. Los campos se riegan diariamente mediante un pozo que funciona con energía solar y que ha sido construido específicamente para tal fin. Al tratarse de una actividad nueva para algunos, la FAO ha supervisado la capacitación en las escuelas de campo para agricultores sobre esta tecnología impulsada por energía solar.


Los cultivos producidos en estos campos se destinan al consumo directo de las familias o a la venta en los mercados locales. Los ingresos generados con estas ventas les permiten adquirir los alimentos que no cultivan, lo que les ayuda a diversificar y equilibrar su alimentación.


“Desde que se cultivan estos campos, los hogares han podido alimentarse de manera saludable y variada. Los cultivos destinados a la venta se transportan al mercado local, lo que permite a los beneficiarios satisfacer sus necesidades con los beneficios que obtienen de las ventas”, indica Djingui Souga Leonard, oficial de proyectos de la FAO.




Otro miembro de la comunidad, Ali Mahamat, que actualmente participa en el proyecto de la FAO, solía cortar leña para calentarse y venderla a los hogares. A sus 62 años, Ali asumía grandes riesgos llevando a cabo esta actividad, pero lo hacía para alimentar a su familia.


Ahora, con la producción de cultivos, el esfuerzo físico necesario se ha reducido. “La FAO me ha liberado de este duro trabajo brindándome ayuda en las actividades agrícolas. Gracias a los beneficios obtenidos con la venta de mis cebollas, puedo alimentar bien a mi familia, vestir a mis hijos y cuidar de ellos cuando están enfermos”, explica.


La violencia y la inseguridad dan lugar al desplazamiento de personas, colocándolas, a ellas y a las comunidades de acogida, en situación de vulnerabilidad. La FAO trabaja con sus asociados para ayudar a las personas afectadas por conflictos y a sus comunidades de acogida a aumentar su autosuficiencia y fortalecer su resiliencia.