El tiempo apremia para juzgar a ancianos ex guardias de campos nazis

Por Ute Wessels (dpa)

Ludwigsburgo, 5 ago (dpa) – El tiempo apremia a los fiscales alemanes encargados de 17 casos que involucran a ancianos ex guardias de campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, ya que los sospechosos tienen como mínimo 95 años.

Según el fiscal superior Thomas Will, se los acusa de ser cómplices de asesinato. Will encabeza la oficina central de investigación de crímenes nacionalsocialistas con sede en Ludwigsburgo, en el sur de Alemania.

Está previsto que dos juicios tengan lugar este otoño europeo.

Una mujer de 96 años que trabajó como secretaria en Stutthof, un ex campo de concentración operado por las fuerzas alemanas de ocupación en inmediaciones de Gdansk, en Polonia, será llevada ante una corte en Itzehoe, en el estado federado de Schleswig-Holstein, en el noroeste de Alemania.

Además, un hombre de casi 101 años, ex guardia del campo de concentración de Sachsenhausen, al norte de Berlín, se enfrentará a un proceso en el tribunal de Neuruppin, en el estado de Brandeburgo.

Quince casos más están siendo investigados en Alemania. A la mayoría se les acusa de ser ex guardias de los campos nazis en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial.

Debido a su avanzada edad, la capacidad de los acusados para soportar el proceso judicial se convierte en un factor clave, ese fue el motivo por el que recientemente un caso en Wuppertal no llegó a juicio. En el caso de Neuruppin, por ejemplo, se limitó la extensión diaria del proceso a dos horas y media.

En no pocas ocasiones, los sospechosos fallecieron antes de ser llevados ante los tribunales.

Vigilar a los prisioneros en un campo de concentración o en un campo de prisioneros de guerra hace posible una acusación de complicidad en el asesinato, explica Will.

En concreto, el juicio a John Demjanjuk, condenado en 2011 cuando contaba con 91 años por una corte de Múnich por complicidad de asesinato en más de 28.000 casos, sentó un precedente para los procesos posteriores.

El tribunal determinó que Demjanjuk, quien había sido deportado por Estados Unidos, formó parte de la máquina de exterminio nazi y fue condenado a cinco años de cárcel.

El fiscal superior señala que en las décadas de los años 60 y 70 los ex guardias de campos de concentración eran convocados como testigos, pero no ocupaban el banquillo de los acusados. En ese momento, solo se ponía el foco en aquellos involucrados activamente en los asesinatos.

Los intentos por llevar a cómplices y encubridores ante la Justicia fracasaron en su momento y las consideraciones prácticas también fueron importantes. "Si los guardias llamados como testigos eran vistos como potenciales acusados, probablemente se habrían mantenido callados", indica Will.

El caso Demjanjuk marcó un punto de inflexión: desde entonces fueron condenados otros tres hombres -el último el año pasado- por complicidad en sus labores de vigilancia.

Un factor clave es que los guardias eran conscientes del asesinato sistemático que se perpetraba en los campos, que los internos no recibían la atención adecuada y que además estaban condenados a morir.

Según la legislación alemana, el asesinato no prescribe, ni tampoco la complicidad en el mismo, siempre que haya dolo o crueldad, explica Will.

La normativa germana establece que la muerte infringida por inhalación de gas o por inanición se considera asesinato con crueldad, y el disparar a un inocente por la espalda, asesinato con carácter insidioso.

Con todo, la investigación puede resultar verdaderamente laboriosa. En uno de los casos, una pieza clave de la evidencia de la culpabilidad del sospechoso fue un documento de identidad de un ex miembro de las SS publicado en Internet procedente de los archivos militares checos.

Los archivos militares de Moscú representan otra fuente importante, al igual que los de sitios conmemorativos de los campos de concentración. Muchos ex guardias que alguna vez dieron testimonio desde el estrado de los testigos también se encuentran en los archivos de la oficina central de Ludwigsburgo.

Una y otra vez aparecen documentos útiles hasta ahora desconocidos: recientemente, por ejemplo, un historiador encontró una lista de nombres del personal de un campo de prisioneros de guerra y la remitió a Ludwigsburgo.

Will afirma que, con el paso de los años, gran parte del personal del campo de concentración reprimió las memorias en relación a su labor durante la guerra: "simplemente no se habla de ello".

Por su parte, el fiscal de Neuruppin indicó que hasta ahora no vio arrepentirse a ningún sospechoso. La mayoría alega que no tuvo alternativa, un argumento que suele ser desestimado por la corte.