Kenya repele el recrudecimiento de la langosta del desierto por el momento, pero el África oriental sigue en peligro


Entrevista a Cyril Ferrand, Jefe del equipo de resiliencia para el África oriental de la FAO


¿Cómo va la campaña contra la langosta del desierto en el África oriental?

En este momento la FAO está luchando contra la segunda generación de langostas del desierto. Hemos realizado considerables progresos en varios países, en especial en Kenya, donde solo dos de los 29 condados infestados en febrero por las langostas del desierto siguen estándolo actualmente. En los próximos días, esta cifra se reducirá a un condado y, en tres semanas, Kenya debería estar completamente libre de infestaciones a gran escala. Esto es un logro, pero la amenaza de una posible reinfestación hacia finales de año exigirá una vigilancia atenta y permanente.

Lamentablemente, Etiopía sigue infestada de una segunda generación reproductiva, así como reinfestada en parte de enjambres procedentes de Kenya. Asimismo, Etiopía está amenazada por la llegada de nuevos enjambres procedentes del Yemen. Se ha realizado un trabajo considerable en Etiopía, pero lamentablemente la batalla allí continuará hasta finales de año. En Somalia también estamos avanzando, a pesar de los problemas de seguridad, si bien se prevé que la langosta se reproduzca en el norte. También prevemos la reproducción de la langosta en verano en el Sudán y en el oeste de Eritrea.

Somos conscientes de que no podemos detener un recrudecimiento de la langosta del desierto a escala mundial en unos pocos meses solamente. Naturalmente, la situación de la langosta en el Yemen y el Asia sudoccidental sigue siendo motivo de preocupación, pero, por lo que hace al África oriental, debo decir que hemos progresado mucho en toda la región, donde al principio los conocimientos técnicos eran muy escasos. Algunos de los países afectados no habían visto langostas del desierto desde hace decenios; en el caso de Kenya, desde hace 70 años. Por supuesto, sigue siendo necesario reforzar la capacidad de seguimiento y respuesta en toda la región, con miras a estar preparados en caso de que se produzca un nuevo recrudecimiento.

¿Qué alcance han tenido las operaciones de lucha contra la langosta del desierto?

Las cifras cambian cada día porque estamos llevando a cabo un seguimiento y control diarios, pero desde principios de enero hasta finales de junio hemos controlado casi 600 000 hectáreas, lo que representa una superficie realmente amplia para esta región.

Según nuestras estimaciones, hasta el momento hemos eliminado más de 400 000 millones de langostas en toda la región. Esto es muchísimo. Significa que se impidió que entre 400 000 millones y 500 000 millones de langostas dañaran cultivos y pastizales.

¿Qué desafíos plantean ahora los nuevos enjambres?

Un desafío es la gran movilidad de las langostas del desierto. Necesitamos una operación muy ágil para seguir a los enjambres y las langostas jóvenes. Teniendo en cuenta que los enjambres pueden trasladarse hasta 150 kilómetros al día, es necesario que todos los activos, plaguicidas, aviones, helicópteros y combustible, además de los equipos sobre el terreno que llevan a cabo tareas de exploración y vigilancia, se trasladen igualmente.

El otro desafío es que las langostas del desierto se han ido trasladando a zonas muy remotas, a territorios inmensos en los que se propagan. Por ejemplo, en Etiopía se encuentran dispersas por toda la región de Somali, un territorio enorme que requiere capacidad de vigilancia sobre el terreno y desde el aire. La vigilancia en tierra no es suficiente. Por esta razón, hemos alquilado helicópteros y aeronaves de ala fija de gran alcance. En consecuencia, uno de los grandes desafíos son estos nuevos puntos a los que es difícil llegar y que cuentan con infraestructura escasa y pocas personas sobre el terreno.

¿Cómo logran luchar contra las langostas con las repercusiones de la COVID-19?

Este es otro desafío. Por ejemplo, ahora es más difícil capacitar a los encargados de localizar las langostas. Se debe mantener la distancia social y no se puede capacitar a demasiadas personas al mismo tiempo, por lo que el tamaño de las clases tiene que reducirse y la frecuencia de las sesiones para grupos más pequeños, aumentarse. Aun así, hemos conseguido capacitar a más de 1 000 personas.

Afortunadamente, los gobiernos han declarado la enfermedad por coronavirus (COVID-19) una prioridad nacional, lo que significa que nuestros equipos sobre el terreno pueden trabajar. Sin embargo, debido al toque de queda en Kenya, por ejemplo, el número de horas que pueden trabajar los equipos se ha reducido.

¿Podría describirnos una operación de control de la langosta del desierto? ¿Cómo es un día normal?

Actualmente, estamos concentrando los esfuerzos en Turkana, en el norte de Kenya, donde se han localizado los últimos enjambres. Normalmente, el equipo se levanta a las 5.00. A las 6.00 tienen una reunión informativa y desayunan con los pilotos de los helicópteros y aeronaves y a las 6.30 ya están en la pista.

El primer paso es comprobar los lugares que los equipos de vigilancia sobre el terreno detectaron y marcaron mediante el GPS el día anterior. Estos equipos también se habrán puesto en contacto con los residentes que pudiera haber cerca de la zona para informarles de la actividad de control y facilitarles instrucciones sobre cómo protegerse y cómo proteger a sus animales. También se marcan en el mapa los lugares que hay que evitar, como casas, aldeas o masas de agua, entre otros. Por la tarde, las langostas empiezan a posarse o reunirse, por lo que lo primero que hacemos por la mañana es enviar el helicóptero a comprobar que las langostas del desierto siguen en esas ubicaciones. Si siguen allí, llamamos a la aeronave fumigadora -que está en espera y con el plaguicida cargado- y la enviamos a esos lugares, respetando las zonas que hay que evitar e informando nuevamente a las comunidades.

Simultáneamente, enviamos otras aeronaves a patrullar, volando a baja altura durante tres o cuatro horas en busca de nuevos enjambres. Todos los pilotos han sido capacitados y saben cómo reconocer las langostas cuando están posadas encima de los árboles. Cuando detectamos algo, apuntamos las coordenadas y, a continuación, comunicamos esta información al piloto del helicóptero, que realiza una comprobación sobre el terreno de las langostas y su etapa de desarrollo. Se trata de una operación que llevan a cabo paralelamente personas sobre el terreno y personas en el aire y en la que se combinan tareas de vigilancia, comprobación y control. Se mantiene una comunicación muy estrecha. Todos estos datos se recogen utilizando nuestra aplicación eLocust3, a fin de transmitirlos a la Sede de la FAO y reforzar nuestra capacidad de seguimiento, predicción y respuesta en relación con los desplazamientos de la langosta a nivel mundial. Esta corriente de datos procedente de todos los países afectados es fundamental para nuestra coordinación y respuesta.

Este sería un día normal para el equipo. Se levantan a las 5.00 y regresan en torno al mediodía. Tenemos una franja de unas cuatro horas para fumigar por la mañana antes de que las langostas comiencen a volar y de que la temperatura del aire sea demasiado alta.

Por la tarde, el equipo va a hablar con las comunidades, ya que la comunicación es muy importante.

Algunos miembros de nuestro equipo se reúnen con agricultores y ganaderos para examinar los posibles daños de las langostas a sus campos de sorgo o sus pastizales. Son días largos para las personas que trabajan sobre el terreno.

¿Qué repercusiones han tenido las langostas del desierto en la seguridad alimentaria y los medios de vida agrícolas?

La FAO y los asociados pudieron impedir que la primera generación de langostas, que surgió en febrero, ocasionara daños considerables a los cultivos en Etiopía y Kenya. Se han salvado los cultivos con alto potencial de los graneros en gran parte gracias a las operaciones de control. Sin embargo, hemos observado daños relacionados con los medios de vida agropastoriles y pastoriles en las zonas en las que las langostas han encontrado lugares adecuados para la reproducción. Eso está muy claro.

Todavía estamos evaluando los daños, pero hemos notado que las condiciones físicas del ganado son anormalmente malas en las zonas en las que había langostas del desierto, lo que indica que en estas zonas el pasto era limitado esta temporada y que en las zonas afectadas por la langosta del desierto no había tierra de pastoreo ampliamente disponible, a pesar de las abundantes lluvias. Esto es motivo de preocupación habida cuenta de que está empezando ahora la temporada seca. Normalmente, solo veríamos animales en malas condiciones físicas durante la temporada seca. Ahora observamos este fenómeno incluso en medio de la estación húmeda, lo cual es realmente excepcional.

En el condado de Turkana, en el norte de Kenya, hemos observado recientemente daños a entre el 15 % y el 20 % de los cultivos de sorgo o una reducción del rendimiento. Además, es importante recordar que hemos sufrido una serie de sequías desde 2016. El gran número de amenazas a las que se han venido enfrentando estas comunidades es motivo de gran preocupación y causa de inseguridad alimentaria aguda en la región.

Prevemos que de junio a diciembre podría haber muchas más personas en la región con inseguridad alimentaria grave debido a las langostas del desierto solamente. Si añadimos otro factor -como la COVID-19- y consideramos el número de personas que ya padecían inseguridad alimentaria antes del recrudecimiento de la langosta, la situación en la región es bastante dramática.