Es necesario acelerar los esfuerzos para acabar con el hambre y la malnutrición

FAO

Con el hambre y la obesidad en aumento, un foro global busca catalizar medidas urgentes para terminar con todas las formas de desnutrición en 2030


28 de noviembre de 2018, Bangkok, Tailandia – Ante el aumento de los niveles de hambre en el mundo -que ponen en peligro el objetivo de acabar con todas las formas de malnutrición para 2030- la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) inauguraron hoy una conferencia global que pretende acelerar los esfuerzos para lograr el Hambre Cero en el mundo.

Tras décadas de notables reducciones en el número de personas subalimentadas, el hambre avanza de nuevo. Según el último informe publicado conjuntamente por la FAO y otros cuatro organismos de la ONU, cerca de 820 millones de personas en el planeta están malnutridas.

“Este es el tercer año consecutivo en que el progreso para acabar con el hambre se ha estancado, y ahora incluso el hambre ha aumentado. Más de 820 millones de personas la padecen, y muchas más están malnutridas. El retraso en el crecimiento infantil representa un grave problema y casi 2 000 millones de personas sufren aún de hambre oculta: una carencia de nutrientes importantes. También hay que incluir a las personas con sobrepeso u obesidad”, aseguró el Director General de la FAO, José Graziano da Silva.

Tras señalar que la cantidad de personas hambrientas y malnutridas en el mundo ha vuelto a niveles que no se veían desde hace diez años, añadió que “tras décadas de avances en la lucha contra el hambre, se trata de un serio revés y la FAO y los organismos asociados de la ONU, junto con los gobiernos de los países miembros y otros socios, están todos muy preocupados“.

Si bien existen grandes desafíos para lograr el Hambre Cero, la FAO y el IFPRI hacen hincapié en que alcanzar ese objetivo es todavía posible.

Pero no hay tiempo que perder

“Tras muchos años de enorme progreso global en la reducción del hambre y la malnutrición, l dolorosa realidad es que nuestro ritmo actual no es suficiente para acabar con el hambre para 2030, pero aún podemos lograr este objetivo”, señaló Shenggen Fan, Director General del IFPRI. “Muchos países, desde China a Etiopía, Bangladesh y Brasil, han logrado reducciones notables en el hambre y la malnutrición, y esos éxitos representan importantes lecciones para aquellos lugares que se esfuerzan actualmente por alcanzar progresos considerables”.

La conferencia –a la que acuden delegados sobre todo de África y Asia-. supone una plataforma para acelerar el intercambio de los conocimientos especializados, enfoques y herramientas que han conducido al éxito en muchos países, para que otros puedan aprender, adaptar y acelerar su propio trabajo para reducir el hambre y la malnutrición de manera sostenible.

Acabar con el hambre y la malnutrición

Si bien África sigue siendo el continente con mayor porcentaje de víctimas del hambre, la región de Asia y el Pacífico cuenta con la cifra total más elevada de personas subalimentadas: más de 500 millones según estimaciones de la FAO.

La envergadura de este desafío global significa que debe abordarse de manera eficaz e inmediata. Por ejemplo, la región de Asia y el Pacífico alberga a más del 60 por ciento de las personas subalimentadas del mundo, y para que pueda alcanzar el Hambre Cero en 2030, los países de la región deben sacar en su conjunto a más de 110 000 personas de la espiral del hambre. Y eso todos los días durante los próximos 12 años.

La urgencia de la tarea en cuestión no puede enfatizarse lo suficiente, y acabar con la desnutrición es más complejo de lo que muchos creen. El aumento del hambre en el mundo va acompañado de un aumento en la obesidad, que trae consigo un abanico muy variado de retos económicos y de salud para el mundo actual y en el futuro.

Aprovechar las políticas públicas y el conocimiento para acelerar hacia el Hambre Cero

La conferencia destaca cómo se han logrado grandes avances en muchos países para reducir el hambre y la malnutrición -de manera rápida y sostenible-, a través de mejoras en las políticas públicas, inversiones enfocadas y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías.

Bangladesh, por ejemplo, ha conseguido una de las reducciones más rápidas de la historia del bajo peso infantil y el retraso del crecimiento, en gran parte mediante el uso de políticas públicas innovadoras para mejorar la agricultura y la nutrición. Las políticas que apoyan el crecimiento agrícola ayudaron a aumentar la producción, a la vez que se apoyó la planificación familiar, mejores servicios sanitarios, el aumento de la asistencia escolar, un mayor acceso al agua potable y al saneamiento y el empoderamiento de las mujeres. Juntas, estas políticas se reforzaron mutuamente para crear un entorno de seguridad alimentaria y nutrición mejoradas para millones de bangladesíes.

El crecimiento económico en China sacó a millones de personas tanto del hambre como de la pobreza, mientras que Brasil y Etiopía transformaron sus sistemas alimentarios y redujeron la amenaza del hambre a través de inversiones específicas en investigación y desarrollo agrícola (I+D) y programas de protección social. A partir de mediados de la década de 1980 y durante más de dos décadas, la producción agrícola en Brasil creció en 77 por ciento y ello -combinado con el programa Fome Zero, establecido en 2003 para ofrecer a los beneficiarios una amplia gama de servicios sociales- logro casi erradicar el hambre y la desnutrición en tan solo diez años.

De manera similar, las inversiones agrícolas a gran escala de Etiopía han llevado a un crecimiento sustancial en la producción de cereales y la disponibilidad de alimentos, mientras que la creación del Programa de protección social basado en actividades productivas (PSNP, por sus siglas en inglés) proporciona alimentos y/o dinero en efectivo a los hogares necesitados. Que se entregan de forma directa a los más necesitados y condicionados al requisito de trabajar en otros casos. Estas inversiones, combinadas con un gasto público elevado en salud y educación, han reducido drásticamente el hambre y la desnutrición, cambiando la imagen internacional de Etiopía: de ser víctima de frecuentes hambrunas, a la de un país que vive una historia exitosa de desarrollo.

Acelerar el despliegue de tecnología y mejores sistemas alimentarios

En todo el mundo, las mejoras en la tecnología están ayudando a ofrecer una mejor nutrición. Por ejemplo, aumentar el valor nutricional de los alimentos básicos a través del enriquecimiento -o de los cultivos directamente a través del bioenriquecimiento- está ayudando a reducir la incidencia de enfermedades dañinas como la anemia, y a mejorar el desarrollo cognitivo en lugares tan diversos como Zambia y la India.

Y estrategias como la agricultura de precisión, el riego por goteo, la agricultura de conservación y la introducción de cultivos básicos resilientes a las sequías e inundaciones representan ejemplos adicionales de herramientas poderosas que pueden ayudarnos a producir mayores cantidades de alimentos más nutritivos de forma más sostenible.

La proliferación de nuevas tecnologías de comunicación y la capacidad de aprovechar grandes volúmenes de información, ofrecen también oportunidades para ampliar los éxitos de manera significativa y lograr un impacto aún mayor.

Pero la innovación va mucho más allá de las aplicaciones, los drones o la maquinaria agrícola. La innovación en la agricultura puede implicar el uso de nuevos procesos sociales, organizativos e institucionales para apoyar a los agricultores e intensificar de manera sostenible la producción. Aquí puede caber desde la creación de grupos de autoayuda y servicios de extensión más eficaces para productores, hasta la mejora del acceso a los mercados y al crédito de manera pionera, o desarrollar nuevas formas de procesado, almacenamiento, transporte y comercialización de alimentos.

La innovación puede ser igualmente de “de baja tecnología”, por ejemplo, conservando grupos de árboles en las granjas para promover la salud del suelo y mejorar la productividad del agroecosistema. Innovar en el diseño de intervenciones puede también aumentar su impacto potencial, como cuando las campañas para cambiar comportamientos que fomentan la adopción de buenas prácticas nutricionales y de alimentación de los lactantes se integran en los programas de protección social con el objetivo de mejorar la nutrición y el consumo de alimentos a nivel familiar.

Sumar voluntad política, conocimientos y capacidad intelectual

La conferencia pretende catalizar la próxima etapa de rápidas reducciones en el hambre y malnutrición, y para ello ha convocado a figuras clave del mundo de la investigación, la formulación de políticas y la implementación de programas de desarrollo para que compartan sus conocimientos de las políticas, intervenciones y tecnologías que han acelerado de forma eficaz la eliminación de la desnutrición.

“Tenemos las herramientas y tenemos los conocimientos para eliminar el hambre en los próximos 12 años”, aseguró Fan. “Al capacitar a los actores clave en la formulación de políticas, la investigación y la implementación de programas con esas herramientas y conocimientos, podemos alcanzar este objetivo y ayudar a millones de personas a desarrollar todo su potencial”.

“Necesitamos más que nunca trabajar en estrecha colaboración, compartiendo entre nosotros esas experiencias exitosas. Si podemos acelerar este intercambio de conocimientos, entonces podemos acelerar su implementación y tomar medidas que sean más concretas”, señaló Graziano da Silva.

“El hambre y la obesidad –añadió- no son simplemente un problema individual. Son cuestiones públicas. Por eso es tan importante esta conferencia convocada conjuntamente por el IFPRI y la FAO. Debemos acelerar nuestras medidas para acabar con el hambre y la malnutrición. Pero también necesitamos una voluntad política más fuerte y un mayor compromiso financiero para sacar adelante el trabajo. La voluntad política es fundamental“.