La vida empieza por las carreteras – Por Pedro Antonio De Mendonca

La inmensidad de la llanura había desaparecido y frente a nosotros todo era denso, invisible. José, el conductor del carrito por puesto en el que íbamos, se afanaba en desempañar su parabrisas con un trapito que había sido una franela. Era una lluvia salvaje, típica de la temporada de lluvias en los llanos centrales venezolanos. El joropito que salía del reproductor del vehículo era nuestra manzanilla.

Pero una batucada en la rueda posterior derecha nos sacó de la ilusión. Rodamos hasta donde pudimos y José confirmó, ya emparamado de esa lluvia bestial, que con ese caucho no se podía seguir rodando. Habíamos caído en un hueco, esa rara especie que, en pleno siglo XXI, habita y evoluciona en las carreteras de nuestro estado Guárico. No había caucho de repuesto ni gato. Habíamos dejado atrás la ciudad de Valle de La Pascua y estábamos varados en medio del monte puro, sin poder ver ni poder ser vistos, debajo de aquella lluvia borrascosa.

Nuestra vida corría peligro, como siempre corre cuando uno agarra una carretera por estos lados de la #VenezuelaProfunda. Esa es una realidad que alarma: la vida de la gente aquí es subvalorada, a juzgar por el estado de esas carreteras dieciochescas. Porque un sistema de carreteras es eso: un sensor de cuánto un Estado valora la vida de los ciudadanos. Y, en el caso de Venezuela, esa valoración es muy baja o inexistente.

Un hueco en una vía es un machete filoso en la garganta de los viajeros. Por intentar esquivarlo, un carro puede volcar o colisionar con otro. Un bache, lo mismo: son incontables (por falta de estadísticas) los accidentes ocasionados porque los choferes pierden el control del volante en los bultos en el asfalto. Igual la falta de rayado y de alumbrado: como en la lluvia, los choferes de las carreteras guariqueñas manejan de noche prácticamente en el aire, sin saber ni siquiera si se aproxima una curva. Y no solo son los choferes los que corren peligro, son sus pasajeros, son las familias las que se ven directamente afectadas.

Y hay escasez de quien asuma la responsabilidad. Un sistema vial es expresión del valor de la vida de la gente, puesto que carreteras en mal estado representan también un atentado a la propiedad, lo más sagrado que tiene un individuo, puesto que en ella se resume un tiempo, una parte de vida, invertido. Y si no que lo diga José: ahora debía gastar casi 2 millones de bolívares en la compra de un caucho nuevo. El ingreso mínimo mensual no llega a los 500 mil. El pasaje Valle de La Pascua – Calabozo, en 30 mil. Ni para mantener el carro, ni para sacar de él la plata para mantener a la familia. Los números no dan. Carro dañado, negocio parado, deudas astronómicas, vidas atribuladas.

Dado todo este desastroso panorama, ¿cómo exigirle a José y a los demás choferes que recurrentemente circulan por estas carreteras, por la razón que sea, que tengan sus carros en buenas condiciones, que es por donde comienza un plan genuino de seguridad vial? Porque no es solo la colisión, los posibles muertos y los heridos. Es el peligro de ser robado, despojado, en carreteras absolutamente solitarias y sin ningún plan de vigilancia efectivo.

Es por esto por lo que uno decide ir a esa zona de Guárico en carrito por puesto y no en carro propio. Aquella vez venía con Henry Montanari, coordinador de Organización de Vente Venezuela en Guárico, de regreso de unas reuniones impresionantes con los equipos del partido en los municipios Leonardo Infante, Pedro Zaraza y El Socorro y llegamos a conversar, precisamente, de la respuesta política y de gestión que nuestra organización debe darle a todo un estado que lo amerita.

Aunque en aquella ocasión solo me quedó consolar al desdichado José y asegurarle la verdad: que ese futuro de grandeza para nuestro estado, que comienza por las condiciones de las vías de transporte, está bien cerca. Pero -le aclaré- para eso tenemos que sacar a la dictadura y al dictador, que son los únicos que salen ganando con las vías en esas condiciones: son santuarios del narcotráfico, los secuestros, los atracos y la extorsión, delitos que soportan al Estado mafioso.

Guárico es el cuarto estado más grande del país, es el corazón de Venezuela. Ha sido siempre conocido por ser el de las peores carreteras. Deberá pasar a ser ahora reconocido por ser el primero en el país que entró al siglo XXI por tener las mejores carreteras. Esto, haciendo transparentes los procesos de licitación de compañías para el diseño y mantenimiento de las vías; descentralizando la gestión de carreteras; construyendo autopistas, que son necesarias en esta entidad del país; implementando planes de transportes de carga pesada, que, por la economía regional, es imperativo; llevando a cabo planes de vigilancia policial en las carreteras y futuras autopistas; eliminando las alcabalas como un mecanismo de control ordinario y también -aunque esto es colateral- desarrollando los transportes fluvial, aéreo y ferroviario, para que conecte, nutra y se nutra del transporte terrestre.

Con un sistema de carreteras desarrollado, una entidad incentiva el turismo, promueve la producción regional y atrae a inversores nacionales y extranjeros para el desenvolvimiento de actividades centrales para nuestra economía. Pero todo eso se logrará cuando haya un régimen al que le convenga un ciudadano seguro, productivo, próspero. Eso será cuando nos abramos al mundo. Lo demás irá viniendo en consecuencia.

Ese día José tendrá todos los incentivos para tener su carro al día, competirá para ser el mejor en el mercado de transporte y podrá invertir su ganancia en su negocio y en el bienestar de su familia. Por eso la vida empieza por las carreteras.

@PedroDeMendonca
Coordinador regional Vente Venezuela en Guárico